Monestir de les Avellanes

NUESTRA EXPERIENCIA EN ESTE RESTAURANTE. Fuimos dos parejas de amigos a pedir mesa para comer. Nuestro amigo es ciego y va acompañado por su perro guia. La camarera que nos recibió, nos comunicó que estaban prohibidos los perros. A ello se le rebatió que por ley a los perros guia se les permite entrar en los restaurantes. Esta persona nos pasó a otra, la cual tras seguir negándonos la entrada nos pasó a una tercera persona que no encontraban por ningún sitio. Al final y pasado más de veinte minutos después de comprobar que efectivamente tenían la obligación de dejar pasar al perro con su dueño, accedimos al restaurante. Realmente la experiencia era muy desagradable, hasta el punto que les pedí a mis amigos hacer una reclamación y dejar el restaurante, a lo que se negaron por motivos bien obvios dada su situación. La presentación y servicio inicial de la mesa perfecto y el local tranquilo, agradable y espacioso. Aunque no entro en valoraciones de la experiencia gastronómica, que podría ser muy subjetiva, ya que tres de nosotros encontramos y comentamos que nuestros platos habían estado un poco salados, comunicándonos que lo comentarían con el cocinero, sí quiero comentar el servicio recibido por una de las camareras. Tomamos un primero y un segundo y sin postres. Al retirar los platos del primer servicio, nos hicieron retirar los cubiertos que habíamos dejado en los platos como hacemos en todo restaurante de esta categoría. Aparte de ello, dicha camarera nos pidió que le diésemos los platos para no dar la vuelta a la mesa, teniendo espacio más que sobrado para hacerlo. Por tanto nuestra valoración de este restaurante y con el trato recibido no llega ni al aprobado.

Somos un grupo de amigos que cada fin de año lo pasamos en un hotel, este año decidimos ir al Monestir de les Avellanes, que por cierto tuvimos que pagar con un mes de antelación la habitación y la cena , sin posibilidad de devolución. Llegamos a las 3 de la tarde y aún estaban las habitaciones por hacer. despues de dos 2 de espera, pudimos acceder a la habitación, en mi vida habia entrado a una habitación tan fria, no habian puesto la calefacción, nos dieron 2 tarjetas-llave, para que la dejaramos encendida si marchabamos, el baño no tiene ningún tipo de calefacción. A la hora de la cena un pequeño aperitivo de pie, croquetas, trocitos de pan con jamón, y gamba con gabardina, pasamos al comedor, que si no me llego a preocupar un poco, nos ponen a los 8 comensales en mesas separadas. Cena con tres mini entrantes poco substanciosos, de segundo solomillo o bacalao y de postre de lo más normal. Las uvas las habiamos de tomarlas en el claustro a -1º, evidentemente yo no las tomé allí. Después no amenizarón con música (lo único bueno). La habitación es bastante austera, la cama es cómoda, se encuentra a faltar otra almohada. El desayuno támbien es bastante austero. En el momento de marchar tuvimos la última sorpresa, el vino no iba incluido en el lote, después de haber pagado 360, abonaños 7€ más. Francamente no creo que vuelva.

Monasterio restaurado en hotel, el entorno es muy bonito y agradable. las habitaciones correctas pero austeras, el baño anticuado, necesitaría actualizarse. El precio está a muy bien , recepción ,tienda,y restaurante correctos. Personal de recepción amable.